sábado, 14 de julio de 2012

sin permiso


Son las 12 del medio día y tal como habíamos acordado Gianmarco pasó a buscarme a mi hotel en Miami. Lo acompañaría a los estudios de Emilio Estefan para terminar un par de canciones que estaba escribiendo para el nuevo disco de Chayanne. 
Anoche él y yo estuvimos hasta tarde sentados en Lincoln Road, comiendo pizza, tiramisú y hablando sobre el futuro; de hecho, el mío. Fue anoche que ocurrió ese momento definitivo en mi carrera cuando Gianmarco me sugirió que para tener una mayor proyección internacional, debía escoger entre actuar o cantar.  Era noviembre del 2003.

Desde que entramos, vi como todos caían rendidos ante la simpatía del nuevo inquilino de los estudios.  Desde Tony -el portero- hasta el mismo Emilio, absolutamente todos recibían con un infinito cariño al nuevo prodigio musical que había llegado a la compañía.
Al entrar en la sala de grabación, puso mi último disco (Once noches) y adelantó al track número dos para que “Alguien” suene a todo volumen.  “Esta es la mejor balada de rock en español..!” – gritaba. - “Emilio, tú tendrías que firmar esto!” – mientras yo sólo buscaba un lugar donde esconder mi cabeza.

Cuando terminó mi canción, comenzó lo que sí era realmente bueno; verlo componer.  Tomó una guitarra y empezó a reproducir una por una las melodías con las que había estado haciendo el amor toda la noche.
Mucha gente no lo sabe, pero Gianmarco es un excelente guitarrista. Conoce ese instrumento como nadie; se pasea por el diapasón con la misma naturalidad como quien camina de su cama al baño, adelantándose a las notas, adivinándolas, cantándolas a la vez que las toca, como lo hace George Benson o David Gilmour en ‘Wish you were here’.
Yo estoy dentro de la cabina con él, también con audífonos, tratando de aparentar que sólo lo estoy acompañando, pero en realidad estoy mudo y maravillado por el espectáculo que me hace disfrutar.

Es ahí -mientras secretamente lo admiro- que trato de recordar cuándo fue la primera vez que nos vimos. Definitivamente no fue de niños, a pesar que cuando teníamos 15 años, vivíamos simultáneamente en la cuadra dos de Paul De Beaudiez, San Isidro.  Tampoco nos conocimos en los ‘Calichines’ de la U, porque por el año ’82 –cuando él jugaba- yo prefería salir a patinar por el barrio.  Pero sí recordé el año ’93 cuando Gianmarco me buscaba por las tardes para irnos a comer hot-dogs a Miguel Dasso, al cine o simplemente relojear en su Susuki Swift blanco. A veces íbamos al karaoke del hotel Country a deleitar a decenas de coreanos y sus escorts –quienes eran las que más nos aplaudían- con canciones de Toto, Billy Joel y Elton John. En cualquier caso, la diversión no podía extenderse demasiado, porque yo debía volver al bistrot francés donde por esa época trabajaba como maître. Fue en ese mismo restaurant donde lo atendía, le tomaba el pedido y de vez en cuando le reservaba una mesa para que llevara a cenar a esa chica que por entonces tanto le gustaba y que años más tarde se convertiría en esa leal esposa con la que muchos soñamos.
Gianmarco se encontraba en la cresta de la ola, pues estaba en plena gira de ‘Personal’ y se preparaba para grabar ‘Entre la arena y la luna’.  De hecho me llevó a su casa para escuchar algunas de sus canciones. Fue la primera vez que lo oí cantar a capella; su voz hacía retumbar aquel pequeño apartamento de la avenida El Polo mientras yo me preguntaba dónde diablos estaban escondidos el micrófono y los parlantes.

Lo veía y recordaba aquella noche del ’91 en la que el dueño de la desaparecida disquera Sonosur nos invitó a todos sus artistas exclusivos a cenar al restaurant Costa Verde. Ahí asistimos -además de los Arena Hash- Nina, Manuel (nuestro productor), Julio Andrade, Gianmarco y Joe, su padre. Éramos como quince personas en la mesa –entre artistas y ejecutivos- quienes comíamos y tomábamos ilimitadamente, hasta que en algún momento de la noche empezamos a cantar. Sin darnos cuenta había comenzado una jarana que terminaría siendo liderada por él.  Nosotros -todos ya populares y famosos- fuimos callándonos poco a poco, dejándonos asombrar por el talento de un Gianmarco que no necesitó más que sus manos, un par de cucharas y su carisma para entretenernos toda la noche.

Debo decir que Gianmarco se sabe la letra y música de casi todas las canciones del planeta, así que esa noche mientras lo observaba, le hallé explicación al tamaño de su cabeza: ‘para guardar semejante información, necesitaba espacio’. Como un enorme computador que almacena un disco duro de mil terabytes o como un gran estante que pueda acomodar los 168 tomos de la Enciclopedia Universal Euro-Americana.
Sé que esa noche -secretamente- así como yo, más de uno estuvo asombrado por su talento. Pero el más maravillado de todos fue sin duda Joe; él lo seguía en las armonías, en los coros o le celebraba cada uno de los magníficos chistes que contó. (también, su repertorio es infinito).  Joe lo miraba con una sonrisa, con los ojos aguados, con la fascinación propia de los padres orgullosos y queriéndole gritar al mundo que su hijo era el muchacho más talentoso del universo. Yo recuerdo esa escena y sólo pienso en mis hijos; cada vez que me sorprenden con alguna manifestación de talento, yo me siento como Joe Danova se sintió muchas de esas noches, las pocas que le quedaban junto a él.

Aún así estoy seguro que Joe vive en cada una de sus 10 nominaciones a los Grammys, en los 2 que se ganó, en las notas de cada uno de los valses de “Señora cuénteme” porque él se los enseñó de niño, en cada palabra de su libro “La madera del alma” (sí señores, Gianmarco también escribe libros y además dibuja. Puta madre, este calvo hace de todo..!), en las decenas de premios que le han otorgado, en el alma de cada una de sus canciones, en los sueños de los cientos de estudiantes de la Escuela de Música que fundó y en el corazón de Nicole, Fabián y Abril, sus nietos.

Recuerdo que en Agosto del 1991 coincidimos en la ciudad de Tacna para sus fiestas.  Tocaríamos esa noche en el mismo escenario; y mientras yo cobardemente me escondía detrás de mis teclados -de Pedro, de Patricio, de Arturo y su enorme batería- él se plantó en el borde de la tarima como un conquistador, como si fuera el dueño del lugar que vino a hacer cantar y bailar a las más de 15 mil personas que fueron a vernos. 
Años más tarde, cuando edité ‘Carreteras mojadas’ mis conciertos ya eran de 20 o 30 mil personas y recordar cómo lo hizo él esa noche, me dio el valor para enfrentarlos.  Porque siempre he dicho que hay que ser muy valiente para ponerse a bailar sobrio ‘Domitila’, pero él se enfrentaba a eso todas las noches, con huevos de acero, con la valentía que se enfrentaba a faltosos y borrachos en el Canta Rana de Barranco cuando sólo tenía 17 años.  La misma valentía con la que resistió una operación de vesícula que casi se lo lleva en el 2006.


Arena Hash y Gianmarco (circa 1991)


Chayanne eventualmente, no llegó a grabar ninguna de las canciones que Gianmarco compuso para él esa mañana.  En lugar de eso, prefirió grabar un bodrio llamado ‘Boom Boom’. No sabe lo que se perdió.
En cambio Marc Anthony fue más astuto; decidió incluir tres de sus canciones en un nuevo disco de salsa llamado Libre. Una de ellas sería ‘Hasta que vuelvas conmigo’,  tal vez la mejor salsa que el ex de Jlo ha grabado en su vida. Pero Marc puso una condición: aparecer como uno de los autores. “Conchudo el flaco, no?” – le dije. Gianmarco inmediatamente me respondió: “mejor ser dueño de una parte de algo, que del cien por ciento de nada”. Y no se equivocó, Libre vendió más de dos millones de unidades y lo mismo pasó con Gloria cuando grabó ‘Hoy’.  Por eso no me extrañó que Estefan quisiera renovarle el contrato cuando éste se acabó, pero era demasiado tarde; Gianmarco ya era suficientemente reconocido como unos de los mejores compositores en la industria de la música.  A partir de ahora podría hacerlo solo y sin la intervención de nadie.
Yo estuve ahí cuando sonó su celular y el manager de Luis Miguel le dijo: “..pos, es que Miky quiere que le hagas una canción..”.  Y es que hoy cuando un artista internacional va a grabar un nuevo disco, al primero que llaman es a Gianmarco.  Sus canciones han resucitado las carreras de Pandora; Emmanuel o la misma Gloria Estefan y también consolidado las de Alejandro Fernandez y Obie Bermúdez.
Miky, te voy a dar un consejo: graba ‘Si me tenías’. Esa es para ti.

Este 17 de agosto Gianmarco no sólo cumplirá 42 años, sino que celebrará 20 años de carrera artística.  Por las fechas señaladas en esta crónica podemos deducir que eso no es del todo cierto. Te mentiría si te digo que son 20, tampoco 25 por que a los dieciséis años ya cantaba sólo con su guitarra en La Palizada.   La carrera de Gianmarco tiene los años que él vaya cumpliendo, porque él nació artista.  Fue concebido como tal, en una época en la que Joe y Regina se amaron al ritmo de la nueva ola.

El estadio San Marcos recibirá a 50 mil personas, que esta vez no irán a verlo porque hubo terremoto en Pisco, sino a pagar tributo a quien siempre estuvo con ellos; ahí, invisible, en las buenas y en las malas, en el amor y la decepción, acompañando sus noches de lamento o resucitando sus ilusiones.
Esa noche será el dueño del lugar, se enfrentará a las masas tal como una vez me enseñó y yo estaré en primera fila para verlo, con mis hijos.